En el evangelio de este fin de semana cuando el dueño le paga a todos un salario igual, sin importar cuanto trabajaron, el dice, “¿Acaso estas envidioso porque soy generoso?” Aquí el dueño es Dios, y nosotros somos los trabajadores, y como los trabajadores en la lectura con frecuencia cuestionamos la generosidad de Dios hacia los demás. Nos preguntamos, “Si yo soy bueno, rezo y trabajo con vigor, ¿por que es que Dios bendice a los que son menos merecedores que yo? Nos preguntamos, con envidia, el por qué nuestro prójimo tiene una casa mas grande, o un auto mas bonito, o por qué nuestro compañero de trabajo subió de posición antes que nosotros, o por qué alguien es mejor atleta, o esta en mejor salud. Nos juzgamos ser mejores que los demás, y por consecuencia creemos que merecemos mas que ellos.
Quiero que quede claro que no es malo el cuestionar la vida, buscando las verdades del mundo, o hasta desear lo que tiene el prójimo. Podremos entonces decidir trabajar con mas empeño para también tener una casa cómoda o un auto sin fallas, todo lo cual es bueno. Desafortunadamente somos ENVIDIOSOS de las bendiciones temporales de los demás. Si no las tenemos, tampoco queremos que los demás las tengan. Es esta envidia la que esta mal.
¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué no podemos estar contentos por los demás? ¿Por qué no estar llenos de gozo porque otro fue bendecido? ¿Acaso no entendemos que todo le pertenece a Dios, y solo El puede decidir que dar y a quien dárselo? Hay que estar contentos con lo que Dios nos da, y en lugar de buscar bienes del mundo, ¡busquemos bienes del cielo! Nuestro Señor es siempre justo. ¡Estemos contentos con los regalos y dones de HOY!